lunes, 14 de febrero de 2011

Mensaje del jefe indio Noah Sealth; 1854

    Un error muy grande que cometemos los seres humanos consiste en tomar como propio todo aquello que parece que no es de nadie y, de no ser así, haríamos todo lo posible y más por conseguir lo que deseamos: lo ajeno. Como bien refleja la carta del jefe indio Noah Sealth, en cuyo honor la actual capital del estado de Washington, Seattle, recibe su nombre, los colonizadores, desde el punto de vista amerindio, o "blancos" que allí vivían querían comprar las tierras a los indígenas para dar otro uso a las mismas. Sin embargo, el concepto de propiedad no es el mismo en todas las culturas. En la de los pieles rojas del Noroeste de la actual Estados Unidos de América, nada es propio, referido al ser humano, sino que todo es de la Tierra, la madre creadora de todas las cosas. Es por esto por lo que ellos están confusos ante tal dilema pues venden a sus antepasados, su historia, su cultura y, por supuesto, su futuro.

    En la actualidad sigue ocurriendo lo mismo que hace cerca de un siglo y medio: los que más pueden, habitualmente de la civilización occidental, se sienten con el derecho de apropiarse de lo que no es suyo con una simple compensación económica. Sin embargo, esto va en contra de la riqueza, de la diversidad y variedad de culturas y pensamientos, lo que es en definitiva, la temida y admirada, según se mire, globalización. Cuando se enseña a un pueblo los quehaceres y maneras de otro, el primero sustituye alguna de las suyas por las del segundo, lo que acaba por llevar al olvido mucha sabiduría con el paso del tiempo.

    Ninguna cultura o sociedad es mala por naturaleza, pero es ser humano es un animal débil que teme lo desconocido y desconfía de todo aquello que no conoce, tomándolo como un ataque directo hacia lo que ha aprendido y, por tanto, nocivo. Por eso siempre se ha tendido a la destrucción o a la apropiación de lo ajeno que, en definitiva, acaba por tener el mismo efecto final empobrecedor de la riqueza humana. Enseñar, vivir y convivir con el resto del mundo no significa llevar un pedazo de nuestra casa con nosotros sino aprender y construir una nueva con lo que se nos enseñe allá donde vayamos. Resumiendo: donde fueres, haz lo que vieres.

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