martes, 22 de febrero de 2011

Una urbanización indiscriminada

"Territorio abre 300 expedientes para demoler viviendas ilegales en el Hondo"

Diario Información, 15-05-2007

    El urbanismo indiscriminado ha sido, desde la apertura de la Comunidad Valenciana al mercado turístico mundial, y principalmente europeo, la tónica dominante. Y es que la cosa puede llegar hasta límites tan insospechados, o si, como el caso de Catral y el Parque Natural de El Hondo ocurrido, o mejor dicho destapado, en 2007. En un principio era necesario desarrollar infraestructuras y desarrollar las viviendas necesarias para suplir el aumento demográfico que ha sufrido, especialmente, la provincia de Alicante pero lo que nunca se puede permitir son salvajadas como la invasión de un espacio protegido para exprimir hasta la última "perra" de beneficio al terreno. Menos mal que los PGOU y las leyes, tanto nacionales como autonómicas, ya se encargan de regular todo esto, porque de no ser así, mucho peor andaríamos.

    El caso de especulación urbanística en Catral y el hecho de edificar en terreno legalmente rústico para después "legalizarlo" de nuevo no es aislado. Incluso en la misma capital de la provincia, en la Albufereta de Alicante, gran parte de los enormes edificios y chalés de la jet set lucentina fueron construidos y registrados, piso a piso, como casas de aperos, como casetas donde guardar herramientas. Pues miren, ¡No! Y es así, señores, como de la noche a la mañana se consigue un bonito skyline de la ciudad a nivel del mar.

    Quién sabe por qué los que promueven esta urbanización despótica de nuestras tierras no ven la línea que separa la cordura de la locura, la decencia de lo bochornoso, el sentido común de la idiotez pura y dura. Quizá la solución a este enigma, o mejor, el causante de esta actitud venga de antiguo, de una educación extraída y aislada de la naturaleza, al margen y siempre por encima de ella. Rabindranath Tagore, poeta bengalí nacido en Calcuta en el siglo pasado, tenía la ferviente convicción de que una escuela disociada de la vida, de lo natural, entre cuatro paredes, no podía enseñar todo lo que una persona podría necesitar aprender. En efecto pienso que, como en esta acertada filosofía, si los mismos que ahora se disputan el cargo de mandamás mientras lidian con el miura que es la justicia hubieran aprendido a su debido tiempo a respetar y valorar, como necesario e inseparable, el medio que nos rodea, pocas leyes hubieran hecho falta para regular, hipotéticamente hablando, un casi inexistente urbanismo descontrolado. Y digo casi no sin razón, sino porque siempre hay quien incluso vendería a su propia madre.

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